La extinción del oyente de rock, por Ivan Dessau.


Recién llego de ver una banda. Una de las miles de bandas de rock que pululan por los escasísimos locales de esta ciudad, como ratas apretujándose en sus cloacas. Ratas bastante cómodas para ser sinceros, no pasaban de 10 las personas en ese antro, contando novias, amigos, algún familiar y quien esto escribe. Después de ver tan triste espectáculo, con los muchachos cantando a grito pelado y empuñando sus guitarras en medio de la nada, me pregunto: cual es la verdadera crisis del rock? la falta de talento? la falta de lugares? la falta de leyes culturales? No. El problema es otro tipo de carencia. Es la extinción cuasi definitiva de la única especie que mantiene vivo al rock: el oyente.

Hace no muchos años, uno solía pispear en algún pasquín algún show, llamaba a un amigo y se iba así sin más a sorprenderse con lo que sea que estuviera sonando, ya sea una bola de ruido y pelos o un travesti con un plumero en el culo. Lo esencial no era la banda, sino la necesidad de juntarse, salir, ver qué había afuera. El talento siempre fue y vino, lo que no podía faltar era la expresión, y sobre todo, el estar abierto a conmoverse con esa expresión. Es el instinto más primario del hombre, que nace porque necesita ver qué hay afuera del útero. Pero los curiosos de ayer pasaron los 30 hace rato, tienen hijos, un trabajo, una obra social y en el mejor de los casos su curiosidad empieza y termina en el click del mouse. No los culpo, así es la vida. Pero me pregunto donde están los purretes que hoy deberían reemplazarlos. Supongo que pegados a la pantalla, interesados por cosas distintas de las que nos interesaban ayer. También es lógico y tampoco los culpo, pero me entristece saber que la falta de curiosidad es el único y verdadero enemigo del rock. Muy pocos de estos chicos salen a ver qué hay. O salen, pero a otra cosa. Tampoco esta mal. Entonces el problema es que hay un desfasaje. Entonces el equivocado es el rock. El rock como lo conocíamos ya no sorprende. No es casual que lo más rockero de los últimos tiempos sea Capussotto. Y esta idea, aunque nos haga reír, en el fondo también es triste.
Me encantaría tener respuestas, o mejor dicho, soluciones. No las tengo. Los dinosaurios pueden desaparecer, pero el rock es una fuerza demasiado poderosa para morir. Al menos es lo que quiero creer. Habrá que esperar una nueva forma, un nuevo pensamiento, una nueva visión, algo que mueva las cosas. Lo que no puede cambiar, y lo que define la permanencia del rock como fuerza vital, es la actitud de tipos como los que acabo de ver tocar. Empuñando sus guitarras como máuseres, solitarios guevaras en el monte boliviano, gritando a viva voz para derribar las puertas de los encerrados, para despertarles aunque sea la mínima curiosidad por saber quién es el loco que está gritando ahí afuera.